La mañana empieza deslumbrante y segura de si misma,
deja atrás a la noche con la esperanza de brindar un nuevo día,
largo, tenso y caluroso, inconsciente de que al final,
irremediablemente volverá la oscuridad
y con ella cansancios y deseos,
penas, encuentros, cenas,
sonrisas de amores recién surgidos
y lagrimas de amores rotos.
Breve mañana, hija de la espesa noche,
no renuncies al pasado
y menos cuando la repetición constante te espera al final.
Descubre la gracia que acompaña a los encuentros
de lo claro y lo oscuro
en la belleza inconfundible del amanecer y del atardecer.
Nota, que siempre vuelves a partir de la oscuridad
y vives hasta que la tarde te roba el aliento.
Entiende que en el desafío de lo propio no posa la eternidad,
sino en los inesperados cambios que suponen entrar y salir,
antes o después de otro u otra.
Asume con ternura los coloridos encuentros que te preceden y suceden,
siente el frescor de la madrugada en tu sonrisa,
nota, como las estrellas ante tu llegada, de alegría brillan
y la tierra con el fervor del placer, humedece
y es que tú, amiga, mañana calida y fría,
le das la esperanza de retornar eternamente
y descubrir sin tardanza la claridad u oscuridad de un nuevo día.
Eres, para todas y todos,
algo más que la oportunidad de un breve y reconfortante polvo,
algo más que la oportunidad de un rápido desayuno,
algo más que un escape o la condena de salir a trabajar,
eres esperanza y oportunidad,
verte desnuda tras la ventana anima y alegra.
Aunque las horas del día no empiezan contigo,
entre sueños todo el mundo te espera
y así lo hacen cada noche.
Y te aseguro amiga, que repetirlo invariablemente,
más que entristecernos, nos alegra.
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