martes, 29 de enero de 2019

Valentín Amaro: rasgos de la nueva narrativa dominicana


Por Nan Chevalier

   La personalidad afable, conciliadora y formal de Valentín Amaro no refleja a carta cabal el contenido de sus escritos, en los que la libertad creativa se impone sobre las convenciones sociales. La mejor forma de confirmarlo es leyendo su libro Mariposas negras. Trece cuentos lo conforman, diferenciados por la variedad temática y, a la vez, unidos por los procedimientos estilísticos que definen su universo narrativo. Así, hallamos expectativas de carácter policíaco en “El turno”, cuento con desenlace sorpresivo, característica de la narrativa policial y de suspenso. Desde Edgar Allan Poe y John Le Carré hasta Manuel Vásquez Montalbán y Raymond Clandler; desde W. W. Jacobs hasta Santiago Roncagliolo, el cuento policíaco y el de suspenso, con sus variantes, buscan la sorpresa final en la resolución del nudo narrativo. Valentín alcanza ese objetivo en “El turno”; desde el inicio, el narrador genera la intriga al ofrecer datos incompletos que fuerzan al lector a ir atando cabos para reorganizar la historia: “Desde la quinta de aquel edificio se observaba la avenida. Ledesma nos había dicho: ‘Lejos de aquí. Me esperan, que yo volveré en dos o tres horas’. Éramos Cesáreo, Laura y yo. Me apartó a un lado para decirme varias cosas.”[1] La historia está resumida en ese primer momento, en forma de clave, pero el lector tendrá que hurgar hasta el final para conectar los detalles sueltos.
    
    La sátira política cargada de humor negro es diferenciadora del cuento “Caravaneando”; sátira que recoge el ambiente electoral dominicano, con sus singularidades y escenas inverosímiles. El ser dominicano puede ser estudiado a través de esa vitrina de transparencias que es el proceso electoral, con sus falsos ídolos, el lambonismo local y, por supuesto, los amores furtivos que en ella se fraguan, como ocurre en “Caravaneando”: “A Julia, la conocí en una caravana del partido. Era una de esas tardes de mayo en que la campaña por la presidencia llegaba a su fin.”[2] El asunto es que Ernesto se enamora y sostiene una relación con ella pero, sin motivo aparente, Julia lo abandona y se marcha con un joven haitiano, al que supuestamente ella le temía.

      Sin acudir a reflexiones de carácter filosófico —porque no estarían acorde con la intencionalidad de las narraciones—, Valentín Amaro expone diferentes aspectos de la condición humana, tema frecuente en gran parte de los escritores de diferentes épocas. En ese sentido, el estudioso español Antonio García Berrio precisa: “La representación de la condición humana bajo una forma paródica es una de las transgresiones a la retórica narrativa común a escritores tan diversos como Kafka, Beckett y Nabokov.”[3] A veces tales parodias se nos presentan a través de las relaciones amorosas. Pero las historias de amor que Valentín Amaro erige no se limitan a descripciones ingenuas, porque trascienden la anécdota contada, y nos dejan el sabor amargo de la desesperanza. Cuando la relación va en su mejor momento, emerge el germen de la desgracia: “Unos días después Emilia desapareció. La busqué por toda la zona, durante muchos días pregunté por ella a los camaradas, pero no conseguí respuesta. En una, él no aguantó más y me lo dijo: no la busques tíguere, hace semanas que vive conmigo. Ahora es mi mujer. Sin pensarlo, le fui encima y le partí la boca.”[4]

      Amaro posee una visión madura sobre el amor; en ocasiones nos hace recordar las reflexiones de Leszek Kolalowski, en su ensayo “La presencia del mito”, sobre todo cuando Kolalowski escribe: “el amor es el anhelo de superación total de la distancia a lo amado, es decir, el anhelo de unificación plena. Por tanto, contiene la experiencia de la separación insoportable, la esperanza de suprimir la separación y la necesidad de sacrificarse hasta la disolución.”[5] Ese anhelo de superación total aparece, con diferentes matices, en los cuentos “Mariposas negras”, “El delívery”, “De gatos y sombras”, y “Aquí estoy, señora, mande usted”. Atravesadas por el humor negro y la ironía, las historias presentan el amor desde la distancia de aquel a quien ya nada le sorprende, quizá porque “El amor, mientras dura, sólo puede ser una espera, renovada de continuo, en movimiento, nunca el sentimiento de satisfacción.”[6] Lo interesante del tratamiento que Amaro da al tema amoroso es que no pretende arengar, sino que el lector tiene que deducir a partir de la conducta de los personajes. Los personajes viven el instante, a veces azaroso, se sumergen en el mar de pasiones sin otra arma con la que defenderse que la pura satisfacción; como diría Kolalowski:

[…] el amor es una relación carente de recuerdo y proyección en la que tiene lugar la absorción total por el presente, la exclusión de cosas pasadas, definitiva despreocupación en relación al futuro, la carencia de escrúpulo, arrepentimiento, espera, temor, en una palabra, carencia de todos los afectos dirigidos hacia adelante o hacia atrás en el tiempo: la exclusión del vector temporal de la vivencia del mundo.[7]

      Aunque varios cuentos tienen el tema del amor como eje central de la historia, se diferencias en el tratamiento que el autor aplica a cada uno; por ejemplo, en “Mariposas negras”, cuento que da título al libro, nos enfrentamos a la traición amorosa; y a la renovación del amor en “El delivery”, cuento que, narrado en segunda persona, recoge la cotidianidad de la clase baja y media dominicana actual: “El delivery no sabe, no sospecha tus miedos cuando trae las cosas que ahora pides diariamente al colmado, solo para verlo de cerca […], escucharlo decir: Que tenga un buen día, señora.[8] Por supuesto,  el personaje de gorra y motor de bajo cilindraje que es el delivery dominicano acabará en la cama con la señora. Ese salvaje no refinado (parafraseando a José Alejandro Peña) la hará feliz a lo bestia.

      Los pasajes de violencia sexual están presentes en “De gatos y sombras”; mientras que la venganza sentimental aflora en “Aquí estoy, señora, mande usted”; y el comunismo solapado, ligado al desengaño amoroso, es tema en “Decisión. Este cuento realiza un breve recorrido por la mentalidad de un personaje que prestó sus siniestros servicios a la Banda Colorá durante los doce años de gobierno de Joaquín Balaguer y que en el presente es torturado por su propia paranoia, como percibimos en el siguiente fragmento: “Pero en el 78 todo se vino abajo. Llegaron los blancos  con su aire de libertad y mucho hablar y fui de los primeros que dieron de baja. Pensé que había pasado al anonimato, pero no. Una periodista de apellido Pereyra dio conmigo y desde entonces siento que mil ojos me vigilan.”[9]

      Al igual que otros cuentos, la dominicanidad queda reflejada en “Esa locura de azul”, narración en la que el fanatismo deportivo alcanza matices de tragedia. El beisbol, deporte nacional, sirve de punto de partida para la elaboración narrativa: “El juego casi empezaba y ahí estaban otra vez todos de azul en su algarabía, como locos. Tambaleándose, mi primo gritaba: Licey campeón, Licey campeón. No sé de dónde salió la botella que explotó en la cabeza de mi primo.”[10] En la cuentística hispanoamericana los temas deportivos, específicamente el beisbol, han sido trabajados por escritores notables de los países donde se juega más ese deporte: Nicaragua, Cuba, República Dominicana, Venezuela y México. También se juega con fervor en Puerto Rico. Uno de los narradores que han escrito ficciones sobre el tema es Sergio Ramírez en El centerfilder y en Catalina y Catalina. El texto “Esa locura de azul”, de Amaro, se sitúa entre los buenos en relación con la temática deportiva.

      Otro tema de actualidad (Internet y los correos basura) constituye la base de “Spam”. El mundo no es lo que fue hace unos años. En el Caribe, Internet irrumpe con fuerza en la década de los noventas; pero esa década es prehistoria en relación con la compleja y rica red comunicativa de la actualidad virtual. Amaro explora los aspectos positivos y negativos de Internet en ese texto.
      Por su parte, el recorrido a través de culturas y generaciones ocupa el centro de atención de “Nimro”, narración en la cual los personajes se sitúan en un viaje a través de la historia. Ese detalle la hace conectar con “Gadara”, porque en ambos la anulación del tiempo pareciera ser el telón de fondo de los personajes.

      Lo sobrenatural está presente de manera sobrecogedora en “El galipote del salto”. Al leerlo, recordamos textos como El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, y El diablo ronda en los guayacanes, de Sócrates Nolasco. El miedo ante lo desconocido, ante lo extraño de la Naturaleza, sobresale en este tipo de narraciones, en las que el lector asiste como una suerte de shamán de la posmodernidad: dueño de la tecnología y el conocimiento que le aseguran que los eventos sobrenaturales no tienen asideros reales, pero con el miedo primitivo de nuestros ancestros.

      La obra cierra con la narración “Parque Duarte”, en la que sobresalen las reflexiones sobre nuestra cotidianidad citadina y la admiración ante los lugares emblemáticos de la ciudad: “Es sábado y salgo a andar. Recorrer la ciudad sin rumbo fijo. […] Porque Santo Domingo es un azar petrificado en lo más hondo, azar sufrido e irredento. […] En una construcción recién iniciada hay haitianos que usan ipods y edificios que parecen derrumbarse y sueños que se gastan en las frías paredes y letreros casi borrados que dicen MVP y fundas repletas de hollín y mierda y mujeres y chulos que merodean la zona esperando clientes que llegan, que a veces no llegan.”[11]

      Hay que subrayar que los diferentes aspectos de la condición humana presentes en este libro logran su efecto positivo debido a que, basados en un universo realista (con algunas excepciones) alcanzan cierta ambigüedad semántica. “La ambigüedad artística y sus poderes poéticos arrancan siempre de un fondo de actividad positiva, individual o colectiva-histórica” —nos advierte García Berrio—, “y nunca de un vacío absoluto del texto, de un espacio de carencia. […] Una iniciativa insensata, estéril o sencillamente fraudulenta es representar los nuevos sentidos del mundo inducidos desde los espacios del no ser del texto como emparentados con la referencia del texto en cuestión.”[12] Lo que equivale a decir  que cuando la ambigüedad semántica establece su base en la fantasía, y no en la realidad, el texto resultante deviene adivinanza, porque el lector no posee coordenadas para asirlo. Cosa que no ocurre en el libro Mariposas negras; antes al contrario: los cuentos Nimrod y Gadara se destacan por su dosis de multiplicidad semántica sin poner en juego la verosimilitud argumentativa, vale decir, sin fragmentar el efecto realista: “El efecto realista de la ficción soporta sin quiebras notables la interferencia en el proceso objetivo de referencialidad de las propias actitudes del emisor en su enfoque y ajuste narrativo: perspectivismo, punto de vista, etc. Merced a esas perturbaciones explícitas que evidencian los procesos de conciencia del narrador, son a su vez posibles enfoques reveladores correspondientes al espacio de la referencia.”[13] Es decir,  “El efecto realista de la mímesis artística nos ha conmovido siempre […] no en virtud del simple ejercicio de la duplicación exacta, sino precisamente a causa de lo que en la réplica artística hay de inasequible  para el referente.”[14] 

      Mariposas negras es, lo repito, un libro  constituido por originales historias, en las que la fluidez expresiva, los cambios de planos y de puntos de vista[15] sobresalen entre otros recursos estilísticos; cuentos diferenciados por la variedad temática y, a la vez, unidos por los procedimientos estilísticos.  
      El humor, la naturalidad de los diálogos así como la variedad de personas narrativas son otros rasgos diferenciadores de Mariposas negras, libro en el que Valentín Amaro sitúa la ciudad de Santo Domingo, vibrante, en el trasfondo de muchas historias, con sus colmadones y barrios bulliciosos, sus lánguidos amantes traicioneros e incorregibles gordas obsesivas. Es un libro interesante, bien narrado, en el que cada historia transcurre vertiginosamente hasta el final, y la mezcla de realidad con elementos fantásticos otorgan un valor agregado a las narraciones. El libro se instala entre lo mejor de la nueva narrativa dominicana.

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Referencias
Amaro, Valentín  Mariposas negras, Santo Domingo, Editorial Santuario, 2014.

Bal, Mieke  Teoría de la narrativa (Una introducción a la narratología).
3ra. ed. Trad. Javier Franco. Madrid, Cátedra, 1990.

García Berrio, Antonio Teoría de la literatura (La construcción del
significado poético). 2da ed. (revisada y ampliada) Madrid,
Cátedra, 1994.

Kolakowski, Leszek  La presencia del mito. Trad. Gerardo Bolado,
Madrid, Cátedra, 1990, p. 56)

Marchese, Angelo; Diccionario de retórica, crítica y
Forradellas, Joaquín  terminología literaria. Trad. Joaquín
Forradellas. 4ta ed. Barcelona, Ariel, 1994.

Verani, Hugo Onetti: el ritual de la impostura. Venezuela,
 Monte Ávila, 1981.



[1] Valentín Amaro. Mariposas negras, Santo Domingo, Editorial Santuario, 2014, p. 13.
[2] Ob. cit., p. 21.
[3] Hugo Verani. Onetti: el ritual de la impostura. Venezuela, Monte Ávila, 1981. p.189.
[4] Valentín Amaro. Ob. cit., p. 29.
[5] Leszek Kolakowski. La presencia del mito. Trad. Gerardo Bolado, Madrid, Cátedra, 1990, p. 55.
[6] Ibíd.
[7] Ob. cit.,  p. 56.
[8] Valentín Amaro. Ob. cit., p. 32.
[9]  Ob. cit., p. 67.
[10] Ob. cit., p. 46.
[11] Ob. cit., p. 69.
[12] Antonio García Berrio. Teoría de la literatura (La construcción del significado poético). 2da ed. (revisada y ampliada) Madrid, Cátedra, 1994, p. 378.
[13] Ob. cit., p. 436.
[14] Ob. cit., p. 453.
[15] “El punto de vista es ‘el ángulo de visión’, el foco narrativo, el punto óptico en que se sitúa un narrador para contar su historia  (Bourneuf-Ouellet, citados por Marchese-Forradellas, en Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria, p.337).     

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