—Baja de ahí para matarte como a un perro. Como deben morir todos los de la maldita "Banda Colorá"!—
El hombre allá abajo me grita desde hace horas. Todos en el condominio saben ya que es a mí a quien busca, pero a la verdad cómo diablos me enfrento en estas condiciones en que estoy. De seguro nadie le ha dicho que casi no puedo moverme. Que me orino en la cama, que babeo todo el tiempo y que si no fuera por la sobrina que cada día viene a visitarme y limpiarme, ya hubiera muerto.
Y todo por ser tan cumplidor: “Haga esto Gautreau, haga aquello”, “Déle un susto a esos comunistas de mierda”, “Miré a ver qué usted hace con ese periodista que no nos deja trabajar”.
El hombre allá abajo me grita desde hace horas. Todos en el condominio saben ya que es a mí a quien busca, pero a la verdad cómo diablos me enfrento en estas condiciones en que estoy. De seguro nadie le ha dicho que casi no puedo moverme. Que me orino en la cama, que babeo todo el tiempo y que si no fuera por la sobrina que cada día viene a visitarme y limpiarme, ya hubiera muerto.
Y todo por ser tan cumplidor: “Haga esto Gautreau, haga aquello”, “Déle un susto a esos comunistas de mierda”, “Miré a ver qué usted hace con ese periodista que no nos deja trabajar”.
Y siempre cumplí hasta que por mi hoja de servicios me hicieron Mayor. Y ahí sí que se arregló la cosa. Los majé a todos. No hubo uno de esos revoltosos que no supiera de mí. Hasta en sueños me les aparecía.
Pero en el ´78 todo se vino abajo. Llegaron los blancos con su aire de libertad y mucho hablar y fui de los primeros que dieron de baja. Pensé que había pasado al anonimato, pero no. Una periodista de apellido Pereyra dio conmigo y desde entonces siento que mil ojos me vigilan.
Esta mañana me despertaron los gritos de este hombre que me invita a bajar y a matarme con él. Y si yo pudiera. Si el supiera que lo único que espero ahora mismo es deshacerme de este olor putrefacto de mis heces. Que lo que quiero es que llegue mi sobrina y me limpie. ©
Pero en el ´78 todo se vino abajo. Llegaron los blancos con su aire de libertad y mucho hablar y fui de los primeros que dieron de baja. Pensé que había pasado al anonimato, pero no. Una periodista de apellido Pereyra dio conmigo y desde entonces siento que mil ojos me vigilan.
Esta mañana me despertaron los gritos de este hombre que me invita a bajar y a matarme con él. Y si yo pudiera. Si el supiera que lo único que espero ahora mismo es deshacerme de este olor putrefacto de mis heces. Que lo que quiero es que llegue mi sobrina y me limpie. ©